En un antiguo reinado, había un hombre con mucho dinero y poder que amaba a los pájaros. Cada mañana se levantaba y miraba por la ventana de su gran mansión. Se quedaba horas y horas contemplando las aves que iban, venían, y cantaban en las ramas de su hermoso jardín.
Un día, en una mañana cualquiera como las demás, al mirar por la ventana vio un hermoso pájaro herido en el suelo de su jardín. Este burgués, afectado por la situación, se acercó con cuidado al pobre animal y vio que tenía un ala rota. Con el mayor de los cuidados posibles, cogió el animal con sus manos y movilizó a los mejores médicos del reino para que le dieran cuidados. La herida no parecía muy preocupante y a los pocos días, su ala se curó.
Muy contento por el bello animal, el hombre quiso cuidarla más días, quería asegurarse que estuviera bien. Hizo construir una inmensa jaula donde podría ejercitarse, un bebedero con diferentes bebidas y ordenó preparar los mejores manjares que un ave puede comer. Los mejores cereales, raíces, frutas exóticas,… Sin embargo, aquél pájaro no comía nada. El hombre intentaba por activa y por pasiva que comiera; pero no hubo forma, el ave no quería comer.
Al cabo de una semana, murió.
En muchas ocasiones, lo que creemos que es amor y ayuda hacia los demás, no es tal cosa, sino egoísmo. Uno suele pensar que al otro le complacerá la atención y la ayuda que le damos; pero en realidad, no es lo que la otra persona necesita, es lo que nosotros necesitamos. Cuida tu ego.