El otro día, hablando con un escritor, me contó la parábola de las dos flechas. Algo que sufrimos todos en mayor o menor medida.
Se trata de una fábula budistas y dice que cada vez que sufrimos una desgracia, dos flechas se interponen en nuestro camino. Cuando te alcanza la primera flecha te hace daño; pero cuando te de la segunda, ya es sufrimiento.
Imagínate caminando tranquilamente, feliz por un bosque. De repente, ¡ZAS! Te alcanza una flecha. La primera flecha es un evento malo real que puede causar dolor. Vamos, las p**adas que te pasan en la vida. Aquellas cosas malas que no puedes prever. Contratiempos que por una cosa o por otra, simplemente suceden. Un accidente, un robo, la pérdida de algo, la enfermedad, la muerte…
Pero aún no ha terminado. Sigues en ese bosque, alucinando con lo que te acaba de pasar y ¡ZAS! Una segunda flecha. La segunda trae más dolor y sufrimiento; pero ojo, ya te había pasado la primera, podías estar alerta. Cuando sucede algo por primera vez, siempre puede suceder por segunda…
La segunda flecha representa tu reacción a ese contratiempo. Es la forma en que eliges responder emocionalmente. Es una flecha que tiras contra ti, creándote una herida muchas veces mayor que la primera. La causa de esta herida eres tú. Bueno, tus aprendizajes y tu autosabotajes, claro. Todas esas películas que te montas para no hacerte responsable de lo que sí tienes control: tu mente.
Muchas veces las p**adas simplemente suceden, es así. Ahora, está en tu mano cómo reaccionas a ellas.