La vida son problemas. Bueno, no, la vida es cómo nos enfrentamos a los problemas.
Casi todas las veces que me ha venido un cliente con una necesidad, siempre había algún tipo de limitación para realizar el trabajo. A veces se trata de los tiempos, otros de acotar el asunto, otras de quedar bien delante de un jefe o cliente, y en muchas ocasiones el presupuesto.
(Ojo, que el dinero sea lo más obvio no quiere decir que sea siempre la limitación como tal, es más fácil echarle la culpa al presupuesto que a otras cosas más profundas…).
Lo que quiero decir es que es lo que hay. Llevo muchos años enfrentándome a problemas y limitaciones, pues no pasa nada. Siempre hay una forma de encontrar una solución.
En general hay dos tipos de limitaciones, internas o externas.
Las internas son aquellas que afectan a la manera en que vemos el problema y en general, cuanto más nos encorsetamos en ese problema más difícil solución tiene. Debemos cambiar la perspectiva, partir el asunto en varios problemitas y abordarlos desde ahí.
Por otro lado, tenemos las limitaciones externas. Ahí es donde más me gusta jugar porque afecta a otras personas, departamentos e intereses personales. Estamos hablando en general de expectativas, de mínimos resultados esperables y de dar tranquilidad y confianza. Es relativamente fácil de abordar, siempre tienes que incorporar el punto de vista de esa persona o departamento y ”negociar” un final feliz para todas las partes.
Es a partir de ese momento en que ya puedes enfocar un proyecto con la metodología que más se ajuste a esas limitaciones.
Siempre hay problemas, el asunto es cómo lo abordas y qué solución es la más justa para todos.